NUEVO ESPACIO PARA COMPARTIR

En esta foto se ven las montañas "abriendo sus puertas" para que entre la ruta y el río juntos al pueblo, quizás el más lindo de la Argentina, colgado al pie de esa piedra impresionante que es el cerro Fitz Roy.
Ese pueblo que nos invita a pasar es El Chaltén, en la patagónica Santa Cruz.
Esta página, es como esa puerta, que permite mirar en el lugar en que subo algunas de las cosas de mi archivo personal, que me acompaña a todas partes. La mayor parte de ellas, pertenecen a otra gente; otras, las menos, son propias.
Algunas, a algunos cercanos a mi vida, a mis afectos. A una parte de ellas, algunos hábiles talentosos les han puesto música.
Otras no la precisan.
Seguiré buscando y subiendo otras cosas por allí, nuevas y no tanto, las que de a poco se irán haciendo mías también.
Espero que las disfruten tanto como las disfruto yo.
Y si quieren subir algún comentario, será bienvenido..!
(rt)




viernes, julio 23, 2010

BRINDAMOS POR EL PLACER DEL BUEN GUSTO..??, de Raúl Tellechea

Digo, bah...
Parque Patricios es un barrio viejo, un poco sombrío.
Por más que el sol se esfuerce esta tarde, por darle brillo al gris apagado y oscuro de tanto revoque gastado, con vestigios de pinturas lejanas.
Por todas partes hay viejos y enormes galpones, depósitos, talleres, con cortinas tan onduladas como oxidadas, que nos hablan de grandes camiones; y algunos tipos con máquinas, y otros que hacen fuerza cargando bultos.
Esfuerzo, sudor, trabajo pesado: lugares donde se tiene poco tiempo para pensar en el lugar donde uno se pasa la mayor parte del día, pueden también ser lugares agradables.
Parque Patricios tiene muchas paredes donde predominan, sobre el tapizado original, gastado y grisáceo, los colores blanco y rojo: es el barrio del Globo.
Es el barrio que se guarda para los domingos (entiéndase bien: los domingos..!) la fiesta que produce alegría en el encuentro con los otros, los que se reconocen en esos colores, allá arriba, en el cemento del Ducó: para disfrutar, para alegrarse, para llenar los huecos que dejan libres en la panza, los ravioles que se mandaron al buche medio a las apuradas, en la misa de la reunión familiar.
Llenarlos con fútbol, claro: con qué si no..?
Yo vengo de otro barrio, casi de otro mundo comparado con este paisaje.
Vengo de un lugar un poco más pretencioso, con aires del que pelechó y ahora quiere un poco más de color y de luz, de pilchas bacanas, y casitas con jardines y flores de color.
No importa. Uno siempre sabe de dónde viene y adónde pertenece.
Sabe cuál es su lugar. Siempre.
Cuando no se ubica como corresponde, se nota. No tiene remedio.
Pero en ése, mi barrio, los colores son los mismos. Por eso me siento, digamos, un tanto cómodo. No hay renuncio..
Sé que estoy de visita; y como visita que soy, miro las cosas que me rodean con curiosidad, con cuidado, con respeto. Los que son de acá, ni las miran: las ven todos los días. O casi.
Pero yo no. Yo miro y me detengo en todo lo que puedo.
Veo a ese viejito (más viejo que yo, que ya pasé los 50 hace rato...) de pantalón de franela gris, pulovercito celeste escote en V, los timbos de ir a la cancha, y el gorrito del Globo, sin más ni más.
Espera a alguien con quien se irá para el Ducó, como siempre, buscando un día de alegría. Uno más...
El otro llega al rato, se saludan, y a caminar por Luna hacia el sur.
Y veo muchas pibas.
Es algo a lo que no me acostumbro. Ya estoy mayor para esto, que se da en todos los sitios: de la escuela al laburo, de la fábrica al boliche de ropa. Las pibas están mezcladas en las cosas que hacen los pibes. Los igualan.
Antes no era así: nosotros, los varones, jugábamos a la pelota, y las nenas al elástico o a la rayuela. O a las muñecas, haciendo proyecto de madres.
Ahora las pibas se incorporaron a la cancha. Hablan como los pibes, putean como los pibes, se agarran a trompadas como los pibes.
Será mejor así..? No estoy seguro. Y seguro que a nadie le importa, pero es así.
Las pibas se enfundan en la camiseta del Globo: van de la mano del novio, con los hermanos, con el padre. Y también con la madre, que no ni no..! al decir charrúa...
Convengamos que las camisetas de ahora son más lindas que las de piqué que usábamos (milagro mediante) cuando éramos tan pibes como ellas. Hay modelos de variados sponsors y colores básicos, que les quedan bien con el jean, que sigue dominando la escena juvenil. La azul me parece hermosa, también, tanto como quien la lleva puesta.
Los pibes, pelo más, pelo menos, son más o menos iguales que siempre.
Los viejos, los que salieron del modelo clásico del viejito que esperaba en la esquina, han añadido la zapatilla pero no mucho más, al modelo que podría ser el de mi viejo, cuando me llevaba a dar mis primeros gritos de gol en el Monumental.
Pero hay algo en el aire que se ve, que se percibe, que se siente, que se les adivina en el gesto a todos.
Están contentos, se sonríen..!!
Hay algo que les dice, desde muy adentro, que la van a pasar bien.
Que el domingo será un día lo suficientemente bueno como para resistir la semana que empieza el lunes en el laburo.
Eso: resistir. De eso se trata.
Porque cuando la cosa vino mala, era complicado resistir.
Los muchachos que se ponían la camiseta del Globo no eran muy dotados, ni tenían mucho más que algún destello de mucho empeño y voluntad, pero todos sabemos que eso no se puede sosterner en el tiempo como único argumento para componer un presente de felicidad.
Nadie es feliz con solo quererlo.
Y resultó que un buen día llegó Angelito, como le dicen en el Ducó, de tanto cariño que le tomaron.
Y al tal Angelito le gustaba que al fútbol se jugara de una manera que alguna vez el viejito del pullover escote en V se acordaba que había visto en el Ducó, hace más de 30 años. Y para colmo, al lado de Angelito estaba uno de esos sinvergüenzas que le alegraron tantas tardes al viejito.
Y el presi también: el Inglés..!
Mucho, no..?
Y a Angelito las cosas buenas le pasaron tan de golpe que ni él lo puede creer, aunque no deje de sentirse tan feliz por eso.
Porque ve feliz a la gente, y él sabe que eso no se paga con nada.
Y seguro que se muere de ganas de subirse al paravalanchas a gritar por Mario, por el caradura cordobés que la pisa y tira caños contra la raya, por el enano que parece una lagartija adentro del área, camino al gol. Y también por el grandote durísimo que allá adelante hace un laburo tan importante (y que tan poco se ve..!) pero que a los otros tanto les sirve. Algún gol también le sale.
Y el partido que veo, en este domingo que me convierto en visita en casa ajena, me hace feliz como a ellos. Lo disfruto como hace rato no me pasa con los de mi barrio.
No tengo dudas que algún día volverá a suceder por mi casa y por mi barrio: las escuelas no desaparecen.
Ya vendrán otros a llenarnos los ojos y el alma.
Pero hoy, aquí, en Parque Patricios, los miles que me acompañan en la visita, tienen alegría en el rostro. En algún momento les da miedo ser felices, porque nadie quiere que la felicidad se termine, y cuando se les acercan en el resultado, alguna tímida voz se hace oír pidiendo la hora. Pero es uno solo, no hace nada...
Cuando todo termina, la gente se va despacito, como queriendo que no se acabe. Es como en aquéllas películas del cine en continuado, que cuando la peli te había gustado mucho, querías entrar de nuevo para seguir disfrutando.
La ceremonia duró poco más de dos horas, pero lo que todos se llevan del Ducó es la batería cargada para seguir resistiendo.
A la pelota se juega así.
Gracias muchachos, por cerrarles la boca a tanto pavote que nos quiere engañar con que lo único importante es ganar, sumar o salvarse del descenso.
Esos idiotas dicen que nadie se acuerda del segundo.
Pobres: de Holanda del 74 y 78, que no ganaron nada, NADIE se olvida. Del Perú que nos dejó afuera de México ´70 tampoco (perdieron 4-2 con Brasil, el campeón...)
Lo que nosotros no nos olvidamos, es la calaña de los que inventaron ese discurso imbécil. No es casual que hayan sido tan rústicos para jugar a la pelota: del Deportivo Español del que salió el bicho de la nariz grande (ni lo quiero nombrar), la gente sí se acuerda de algunos jugadores: Rudzky, el Toti Veglio, Valledor.
De él no. Y si se acuerdan, no es por lo bien que jugara.
Aunque ganara.
La gente no se olvida de quienes los hacen felicies.
Y yo tampoco me voy a olvidar de este domingo.
Gracias Cappa, Angelito..!
Gracias Globo..!

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