NUEVO ESPACIO PARA COMPARTIR

En esta foto se ven las montañas "abriendo sus puertas" para que entre la ruta y el río juntos al pueblo, quizás el más lindo de la Argentina, colgado al pie de esa piedra impresionante que es el cerro Fitz Roy.
Ese pueblo que nos invita a pasar es El Chaltén, en la patagónica Santa Cruz.
Esta página, es como esa puerta, que permite mirar en el lugar en que subo algunas de las cosas de mi archivo personal, que me acompaña a todas partes. La mayor parte de ellas, pertenecen a otra gente; otras, las menos, son propias.
Algunas, a algunos cercanos a mi vida, a mis afectos. A una parte de ellas, algunos hábiles talentosos les han puesto música.
Otras no la precisan.
Seguiré buscando y subiendo otras cosas por allí, nuevas y no tanto, las que de a poco se irán haciendo mías también.
Espero que las disfruten tanto como las disfruto yo.
Y si quieren subir algún comentario, será bienvenido..!
(rt)




miércoles, noviembre 24, 2010

A CAJÓN CERRADO, de Mariano Szkolnik

La exhibición de cadáveres siempre me fue ajena. Los judíos velamos a los muertos a cajón cerrado. Siempre es así, siempre ha sido así. Supe de ese ritual a mis 14 años, cuando falleció Víctor, el padre de mi madre. Mi abuelo paterno, don Julio, mi maestro, a quien tanto le debo en esta vida y de quien tanto aprendí, me explicó en medio del dolor por esa pérdida que los judíos velábamos a los muertos de ese modo para respetarlos, para recordarlos tal y como quisiéramos recordarlos, dejando de lado la imagen de un cuerpo desposeído de todo: de su color, de su vida, y hasta de su alma. El cajón cerrado supone un ejercicio de la memoria; es el culto a la memoria antes que a la muerte.
El cajón cerrado es la victoria de la vida sobre la muerte.
No hace falta ser judío para comprender esto. En sucesivos velorios a los que he asistido en mi vida, evité ver al muerto en su impúdica exposición. Recordando las palabras de mi abuelo, siempre preferí mantenerme a distancia del cajón cuando este tuviera la tapa levantada: es mi mayor muestra de respeto.
Lo que hizo Cristina es único y maravilloso: sustrajo a los buitres el cadáver de su esposo. Nos obliga a todas y todos a recordarlo en vida, en su actividad, en su humor (o mal humor). Claro, siempre es más sencillo ver el fiambre y quedarse con eso... pero la memoria es más compleja, y excede el sentido de la vista. La memoria es un hecho político y social. El alma de los muertos, en mi creencia, no se eleva hacia un séptimo cielo o una novena nube, sino que queda entre nosotros, en el recuerdo, en la memoria colectiva que la resignifica y le otorga un sentido preciso.
Cristina, al tiempo que nos entrega a un Néstor vivo, impidió que los mercaderes de la muerte publicasen el jueves 28 en su tapa la peor foto posible. Tengamos por seguro que no iban a seleccionar la foto del Néstor vital, sino que agigantarían la imagen del cadáver aún insepulto. Con un telebeam escrutarían al Néstor indefenso; lo diseccionarían en el programa de Gelblung; se lo comerían en el programa de Mirtha Legrand. De allí su odio, su teoría paranoica de que el cajón estaba vacío: Mirtha hubiera querido invitar a su mesa a Néstor Kirchner solo para deglutir su cadáver, acompañándolo con una guarnición de rúcula y arroz con azafrán, servido por una sirvienta negra (pero negra cabeza) de uniforme negro con delantal blanco, expresión degradada del lugar que le reserva a los sectores populares.
Mirtha, siempre Mirtha, irreductiblemente Mirtha, nunca podrá tragar a Néstor Kirchner, y aún ella, militante activa del odio y el olvido, deberá recordar a Néstor Kirchner en vida.
Señora Legrand: los únicos cajones que permanecen vacíos son los de los treinta mil desaparecidos.
Por una vez en la vida, vieja de mierda, tenga decencia.

viernes, noviembre 19, 2010

ENSAYO SOBRE LAS TETAS, de Pedro Mairal

Ahora que llega el calor y por toda la ciudad afloran las tetas con su vanguardia prometedora de un tiempo blando, vale quizá entregarse a esa curiosidad primaria que generan las tetas en la vida de los hombres.
Primero están las tetas paradigmáticas, formativas, las tetas alarmantes del cine o la TV. Depende la edad de cada uno.
Para una generación fueron las tetas de la Loren en Bocaccio 70, o las de Anita Ekberg en La Dolce Vita. Para otros habrán sido las tetas de la Cucinotta en Il postino, o las tetas ya más estilizadas y armónicas de Mónica Bellucci en Malena.
El cine italiano siempre fue proveedor de grandes tetas mediterráneas.
Las tetas americanas en cambio siempre quedaron en un tercer plano, detrás de las explosiones y los autos chocadores. Estados Unidos no fue ni es un buen proveedor de tetas, a excepción de las tetas de Lynda Carter en La Mujer Maravilla que eran bastante notables, tetas atléticas, altivas, heroicas, increíblemente controladas por ese corset con estrellitas.
Wonder Woman provocó en muchos las primeras inquietudes masculinas, el primer desasosiego, esa terrible sensación de falta que nos dejaba temblando ante la tele y el Nesquik, sin entender bien por qué.
Pero en general, las tetas yankis suelen ser más silicónicas, como las de Pamela Anderson en Bay watch. O, si son naturales -como en el caso de la morena totémica Tyra Banks- ni tienen gracia ni son sexies. Tyra es tan poco sexy que en su programa invitó a un famoso cirujano plástico para probar, en vivo, que sus tetas son naturales. El cirujano se las palpó y le hizo una mamografía en directo, frente al público invitado. A Tyra, emocionada, se le entrecortó la voz explicando que hacía eso porque estaba harta de que dijeran que sus tetas no eran suyas.
A nivel nacional, todavía la Coca Sarli no ha sido desbancada de su puesto de diva exclusiva del fetichismo mamario, con una filmografía entera dedicada a sus tetas panorámicas, sus tetas como auspiciadas por la oficina nacional de turismo, porque asomaban en todos los lagos, las montañas, las cataratas del país, dándole una categoría geográfica a esas tetas exhibidas a la par de la exhuberancia del paisaje. Sus largas flotaciones en la hidrografía argentina no tienen, y quizá, no vuelvan a tener un parangón.
Después de las tetas virtuales y mediáticas, aparecen en la vida de uno las tetas reales, quizá todavía no palpables, pero sí visibles. Aquellas tetas que uno vio por primera vez desnudas, en persona, no se olvidan nunca más. Cuando estaba en segundo año del secundario, me llevé a marzo Lengua y literatura, y tuve que tomar clases particulares de análisis sintáctico con una profesora que venía a casa. Se llamaba Teresa. Yo tenía quince años y ella no pasaba de los veinticinco. Era diciembre y hacía calor. Teresa venía a casa con unas musculosas sueltas, sin corpiño. Un día, sentados juntos, inclinados frente a las oraciones para analizar, le vi a través del escote las tetas, las puntas de las tetas, los pezones rosados. Sentí una alteración violenta, como si se me frenara toda la sangre de golpe, y me empezara a fluir en la dirección opuesta. Ella se dio cuenta y se acomodó la musculosa sin preocuparse demasiado, dejando que volviera a pasar lo mismo varias veces. Tomé más clases, estudié mucho y di un muy buen examen. Nunca me olvidé de las estructuras sintácticas de Teresa. El relámpago clandestino de sus tetas veinteañeras le dio un erotismo a la materia que ningún profesor del colegio lograría infundir jamás.
La mirada de los hombres dobla. Cuando pasa una mujer con lindas tetas la mirada de los hombres se curva, busca, se inmiscuye a través de los pliegues, a través de los escotes o los botones mal cerrados, y adivina, sopesa, sentencia. Las mujeres modelan sus tetas como quieren. La ropa puede levantar las tetas, ocultarlas, ajustarlas, trasparentarlas, sugerirlas, agrandarlas. Es bueno conocer todos esos trucos, no tanto para no dejarse engañar, sino más bien para participar y entregarse al juego. Las tetas de los años cincuentas, por ejemplo, eran cónicas, eran parte de un torso sólido y apuntaban amenazantes; después, en los sesentas, las tetas desaparecieron un poco de escena en el hippismo de las pacifistas anti corpiño; en los ochentas empezó la fiebre de las siliconas; y ahora las tetas son como globos apretados y empujados hacia arriba por el famoso wonder bra. Hay que tener en cuenta que el wonder bra da forma, pero también rigidez. Y es una lástima porque no hay nada como ese temblor hipnótico que va a un ritmo aparte de los pasos de la mujer, como un contrarritmo, una síncopa propia de las tetas naturales en acción.
Las tetas tienen vida propia, eso es sabido; no son como el culo por ejemplo que se mueve dirigido por su dueño. Las tetas parecen difíciles de controlar. En ocasión de cabalgatas, escaleras y trotes para alcanzar el colectivo, pueden incluso ser graciosas, torpes y poco serias. Algunas mujeres sin embargo tienen la habilidad de dirigirlas. Nuestra deslumbrante Carla Conte, por ejemplo, sabe hacer un mínimo taconeo entusiasta, un rebote de afirmación, de plena simpatía, de aquí estoy, que le provoca un temblor hacia arriba que termina en una especie de vibración de trampolín, a la altura de sus tetas plenipotenciarias de chica de barrio. Un movimiento que le ganó televidentes y que detiene el zapping. Dentro de los cambios evolutivos, que van del homo sapiens al homo mediáticus, la función más importante de las tetas hoy en día, ya no es la reproducción, sino la capacidad para aumentar el rating.
Pero volviendo a las tetas reales de este lado de la pantalla, ¿cómo se accede a ellas, cómo se alcanzan y develan? Las mujeres tetonas tienen una habilidad desarrollada durante años para frenar las manos de los hombres-pulpo. El hombre-pulpo es el que no da abasto, el que ya tiene las dos manos agarrando cada cachete del culo y va por más, porque quiere, además, palpar simultáneamente la abundancia de las tetas, y es como si le nacieran dos brazos suplementarios para alcanzar ese fin.
Pero las mujeres tetonas tienen mucha destreza, saben interponer el codo, y bloquear todo intento de avance. Hay que aprender que si una mujer detiene una mano, no hay que insistir, sino intentar más adelante por otro lado, despacio, sin apurarse. Nunca jamás debe intentarse tocarle las tetas a una mujer antes de darle un beso, porque sería un fracaso (hay excepciones, hay abordajes muy acalorados por detrás que vienen con doble estrujamiento de tetas y beso en el cuello, pero no son muy frecuentes entre desconocidos). En general las tetas se exploran durante el beso, en lo más apasionado del beso. Una vez instalados en ese vértigo, se puede subir una mano por la espalda que explore debajo del elástico del broche del corpiño, pero sin desabrochar nada todavía, en una caricia que llegue a la nuca, que disimule un poco pero que a la vez diga ya estoy acá debajo de esta lycra tirante, y no me voy a detener.
Si la mujer accede tácitamente (porque nunca hay que preguntar ni pedir permiso) entonces ahí sí, se puede intentar desbrochar, desmantelar la delicada ingeniería del corpiño, desactivar esa tensión tan linda, lo elástico, lo tirante de las tetas sujetadas entre diseños de moños y florcitas. Y entonces llega la verdad, sin íntimos trucos textiles, la doble realidad pura y palpable. Entonces aparecen, asoman en estéreo, se despliegan las tetas en todas sus variantes, como ejemplos de la biodiversidad. Tetas duras, nuevas, tetas derramadas, pesadas, tetas blandas, inabarcables, tetas sin caída, sin pliegue, como cúpulas altas de pezones rosados, tetas apenas sobresalientes pero halladas finalmente por las manos, tetas enormes y llenas, tetas asimétricas, tetas breves pero puntiagudas de pezones duros, tetas lisas de areolas enormes apenas dibujadas, tetas blancas, morenas, con marcas de bikini, tetas chiquitas y felices, tetas tímidas, esquivas, o desafiantes, orgullosas, guerreras. Todas lindas, dispuestas para el beso, la lengua, el mínimo mordisco, y provocando una sed desesperada cuanto más grandes, una actitud ridícula del hombre que de repente actúa como un cachorro ciego, hambriento y desbocado.
Y sin embargo, esa sed no termina de saciarse. Hay algo misterioso en la atracción por las tetas. Porque, ¿qué se busca en las tetas?
Las atracciones de la cintura para abajo tienen un objetivo siempre más claro y complementario, que termina consumándose sin demasiado equívoco. Pero en las tetas, ¿qué buscan los adultos? Que todo sea un simulacro de lactancia no cierra bien. Demasiado edípico y cantado, eso de buscar repetir ese vínculo nutricio con la madre.
¿Y además las mujeres qué ofrecen cuando ofrecen sus tetas? Dicen que la existencia de las tetas tiene un propósito de atractivo sexual (además de su fin alimentario). Dicen que al estar erguidas las hembras humanas tuvieron que desarrollar una especie de reduplicación del culo en la parte de delante de su cuerpo para atraer a los machos. Ése es el fin que cumplirían esas dos esferas juntas a la altura de las costillas superiores: ser un señuelo similar a un culo llamativo. La explicación parece bastante ridícula, y quizá por eso mismo –porque el cuerpo humano es bastante ridículo- sea cierta.
Las tetas son insoslayables. Imanes de los ojos. Las tetas invitan a la zambullida para pasarse un verano entre esos dos hemisferios. Son más fuertes que uno. Hay una fuerza hormonal y animal que supera todo intento represivo y civilizatorio por no mirar, por no quedar como un primate bizco de deseo.
Mirar todo el tiempo a los ojos a una mujer con un buen escote es un difícil ejercicio de autocontrol, es casi imposible que los ojos no se nos resbalen a esas curvas, que no caigan y se entreguen con toda la mirada a la gravitación de la redondez de la tierra. Porque hay tetas que son insostenibles, y provocan incredulidad. Uno mira una vez, y vuelve a mirar pensando ¿Vi bien?. Y sí, uno vio bien, y esa visión genera una inquietud, una insatisfacción total de la vida, uno quiere entrar en ese mundo blando y suave, uno se siente lejos de esas tetas, desamparado como un soldado en la trinchera.
El anoréxico gusto de la época propone un ideal de mujer flaca pero con grandes tetas, algo raro que se da sólo en casos prodigiosos. Por eso la superabundancia de tetas falsas en los medios, tetas que quedan estrábicas, desorientadas, y a veces un poco ortopédicas. Se exigen mujeres escuálidas que terminan poniéndose siliconas porque sin prótesis presentarían unas tetas apenas protuberantes, tetas de bailarina de ballet; una belleza sutil y sugerida que la tele parece no poder aceptar.
Una regla extraña pero frecuente hace que las tetonas sean chatas de culo, y las culonas sean chatas de arriba. Como si en la repartija hubiera que optar por una u otra opción.
La mujer latinoamericana suele ser más dotada de grupas que de globos. La mujer promedio brasilera, por ejemplo, con su mezcla afro-tupí, suele tener unas poderosas pompas brunas y ser bastante chata de tetas. En cambio las mujeres europeas, nórdicas, suelen presentar - como escuché decir una vez en un canal de cable- un volumen mamario importante. Las alemanas teutonas, las suecas, las valquirias escandinavas, son mujeres con toda la vida por delante. Avanzan heroicas con grandes tetas redondas, doradas, divergentes. En Francia se hace más un culto a las tetas que al culo, y sin embargo las francesas -con excepciones normandas que cortan el aliento como la impresionante Laetitia Casta- suelen ser magras, escasas y finas.
Quizá las tetas no sean indispensables, pero dan alegría..!
Por suerte, las argentinas, gracias al encuentro de las sangres nativas y la inmigración mediterránea, suelen tener medidas armónicas, lo que quiere decir que están bien de todos lados. Y si nos llegara a tocar enamorarnos de una mujer sin tetas, habrá que apechugar, quererla, y echar de vez en cuando unas pispeadas nomás, disimulando. Hay que tener cuidado. Un amigo tuvo un lapsus que precipitó su separación. Su novia, que era muy chata y celosa, se cansó de pescarlo mirando escotes por la calle, y le vaticinó:
Vos un día me vas a dejar por una tetona..!
Y él, queriendo arreglarla le contestó:
Sin vos estaría perdido, amor, sos mi tabla de salvación…!!!!

jueves, noviembre 18, 2010

EL CULO FEMENINO, de Pedro Mairal

"No suelo concordar con el prójimo varón sobre cuál es el mejor culo. Noto un gusto general por el culito escuálido de las modelos flacas. A mí me gustan grandes, hospitalarios, macizos. Me gusta el culo balcón, que sobresale y se auto sustenta como un milagro de ingeniería. El culo bien latino, rappero, reggaetón, de doble pompa viva y prodigiosa. Me salen versos cuando hablo de culos. Quizá porque en los culos hay algo más antiguo y atávico que en las tetas, que en realidad son una intelectualización. Las tetas son renacentistas, pero el culo es primitivo, neanderthaliano. Con su poder de atracción inequívoca, su convergencia invitadora, es un hit prehistórico. Despierta nuestro costado más bestial: el del acoplamiento en cuatro patas. Las tetas son un invento más reciente, son prosaicas. El culo, en cambio, es lírico, musical, cadencioso, indiscernible del meneo de caderas, del ritmo, la batida de la bossa que retrata a la garota que se aleja en Ipanema.
Porque el culo siempre se aleja, siempre se va yendo, invitando a que lo sigan. Se mueve en dirección contraria de las tetas, que siempre vienen y por eso suelen ser alarmantes, amenazadoras, casi bélicas (me acuerdo de las tetas de Afrodita, la novia de Mazinger Z, que se disparaban como dos misiles). Las tetas confrontan, el culo huye, es elegía de sí mismo, se va yendo como la vida misma y deja tristes a los hombres pensando qué cosa más linda, más llena de gracia aquella morena que viene y que pasa con dulce balance camino del mar.
Las argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco, en el último Festival de Cartagena de Indias, para no tener que volver, y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras, cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General.
De las cosas que hacen las mujeres por su culo, la que más ternura me da es cuando lo acercan a la estufa para calentarlo. No lo pueden evitar. Pasan frente a una chimenea o un radiador y acercan el culo, lo empollan un rato. El culo es la parte más fría de una mujer. Siempre sorprende al tacto esa temperatura, el frescor del cachete en el primer encuentro con la mano.
Durante el abrazo, se puede llegar a los cachetes de dos maneras. Una es desde arriba, si la mujer tiene puesto un pantalón, pero es dificultoso y lo ajustado de la tela impide la maniobra y la palmada vital. La otra forma es desde abajo y eso es lo mejor, cuando se alcanza el culo levantando de a poco el vestido, por los muslos, y de pronto se llega a esas órbitas gemelas, esa abundancia a manos llenas. En ese instante se siente que las manos no fueron hechas para ninguna otra cosa más que palpar esa felicidad, para sentir con todos los músculos del cuerpo la blanda gravitación, el peso exacto de la redondez terrestre.
Se suele pensar que, en el sexo, la posición de perrito somete a la mujer. Pero hay que decir que abordar por detrás a una mujer de ancas poderosas puede ser todo lo contrario: es como acoplarse a una locomotora, como engancharse en la fuerza de la vida, hay que seguirla, no es fácil, uno queda subordinado a su energía, hay que trabajar, darle mucha bomba, carbón para la máquina. Es uno el que queda sometido a su gran expectativa, absorto, subyugado, vaciándose para siempre en la doble esfera viva de esa mantis religiosa.
Una vez vi un hombre de unos 45 años dando vueltas al parque, corriendo tras su personal trainer. Lo curioso es que era una personal trainer, y las calzas azules de esta profesora de gimnasia evidenciaban que tenía un doctorado en glúteos. Como el burro tras la zanahoria, el hombre corría tras ella sin pensar en nada más que ese seguimiento personal. No me sorprendería que a la media hora hubiera un grupo de corredores trotando detrás, en caravana. La música de los culos es la del flautista de Hamelin. Los hombres, con su legión de ratones, van tras ella, hipnotizados.
Las mujeres saben aprovechar sus recursos. Yo trabajé en una empresa en el mismo piso que una arquitecta narigona (esas narigonas sexys) y con un 'tremendo fambeco'. Ella sabía que era su mejor ángulo y lo hacía valer, con unos pantalones ajustados que dejaban todo temblando. Era una de esas oficinas cuadradas, llenas de líneas rectas: el almanaque cuadriculado, la tabla rectangular del escritorio, la ventana, los estantes, las carpetas de archivos. Un lugar irrespirable de no ser por el culo de la arquitecta que a veces pasaba camino a tesorería o a la fotocopiadora. Su culo era lo único redondo en todo este edificio de oficinas. Lo único vivo yo creo. Nunca intenté nada (se decía que tenía un novio), pero en una época yo pensaba escribir una novela con los acoplamientos heroicos que imaginé con ella. Una novela que iba a titular, con un guiño a Greenaway, 'El culo de una arquitecta'.
No escribí ni dos líneas de esa novela, pero sí algunos poemas que ella nunca leyó. Me acuerdo que la veía antes de verla, la intuía en un ritmo particular que tenía el sonido de sus pasos, un peso, un roce de la cara interna de sus muslos de falsa mulata. Cuando aparecía en el rabillo de mi ojo, ya sabía plenamente que se trataba de ella. Y pasaba y todo se detenía un instante, el memo, el mail, la voz en el teléfono, todo se curvaba de pronto, no había más rectas, todo se ovalaba, se abombaba, y el corazón del oficinista medio quedaba bailando. No exagero.
Además era plena crisis del 2002. Todo se derrumbaba, caían los ministros, los presidentes, caía la economía, la moneda, la bolsa, caía el gran telón pintado del primer mundo, caía la moral, el ingreso per cápita, todo caía, salvo el culo de la arquitecta que parecía subir y subir, cada vez más vivaracho, más mordible, más esférico, más encabritado en su oscilación por los corredores, pasando en un meneo vanidoso que parecía ir diciendo no, mirame pero no, seguime pero no, dedicame poemas pero no. Ojalá ella llegue a leer esto algún día, y se entere del bien que me hizo durante esos dos años con solo ser parte de mi día laborable pasando con tanta gracia frente al mono de mi hormona. Y ojalá se entere también que, cuando me echaron, lo único que lamenté fue dejar de verla desfilar por los pasillos, respingando el durazno gigante de su culo soñado".

lunes, noviembre 15, 2010

EL GORDO TRISTE, de Horacio Ferrer

Por su pinta poeta de gorrión con gomina, por su voz que es un gato sobre ocultos platillos,
los enigmas del vino le acarician los ojos
y un dolor le perfuma la solapa y los astros.
Grita el águila taura que se posa en sus dedos
convocando a los hijos en la cresta del sueño:
¡a llorar como el viento, con las lágrimas altas!,
¡a cantar como el pueblo, por milonga y por llanto!


Del brazo de un arcángel y un malandra
se van con sus anteojos de dos charcos,
a ver por quién se afligen las glicinas,
Pichuco de los puentes en silencio.
Por gracia de morir todas las noches
jamás le viene justa muerte alguna,
jamás le quedan flojas las estrellas,
Pichuco de la misa en los mercados.


¿De qué Shakespeare lunfardo se ha escapado este hombre
que un fósforo ha visto la tormenta crecida,
que camina derecho por atriles torcidos,
que organiza glorietas para perros sin luna?
No habrá nunca un porteño tan baqueano del alba,
con sus árboles tristes que se caen de parado.
¿Quién repite esta raza, esta raza de uno,
pero, quién la repite con trabajos y todo?


Por una aristocracia arrabalera,
tan sólo ha sido flaco con él mismo.
También el tiempo es gordo, y no parece,
Pichuco de las manos como patios.
Y ahora que las aguas van más calmas
y adentro de su fueye cantan pibes,
recuerde y sueñe y viva, gordo lindo,

amado por nosotros, por nosotros...!!!

BALADA PARA UN LOCO, de Horacio Ferrer

Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos. . .
Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo..!
Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano.
¡Te reís!.., pero sólo vos me ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces celestes, y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares.
¡Vení!, que así, medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te regalo una banderita, y te digo...



Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao... no ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals, me baila alrededor...
¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao…
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión y a vos te vi tan triste...
¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí el loco berretín que tengo para vos..!!


¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad, por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón a desvelarte el corazón.
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré, sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad... ¡Ya vas a ver!

Salgamos a volar, querida mía; subite a mi ilusión super-sport, y vamos a correr por las cornisas con una golondrina en el motor! De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!", los locos que inventaron el Amor.
Y un ángel, y un soldado y una niña nos dan un valsecito bailador. Nos sale a saludar la gente linda... y yo, loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!.., provoco campanarios con la risa, y al fin, te miro, y canto a media voz:
 Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!
Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!
¡Viva! ¡Viva! ¡Viva! Loca ella y loco yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos! ¡Loca ella y loco yo…!!!!

CHIQUILÍN DE BACHÍN, de Horacio Ferrer

Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas por las mesas del boliche de Bachín.
Si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín.
Cada día en su tristeza, que no quiere amanecer,
lo madruga un seis de enero con la estrella del revés,
y tres reyes magos roban sus zapatos, uno izquierdo y el otro ¡también!

Chiquilín, dame un ramo de vos, así salgo a vender mis vergüenzas en flor.
Baleame con tres rosas que duelan a cuenta
del hambre que no te entendí, Chiquilín.


Cuando el sol pone a los pibes delantales de aprender,
él aprende cuánto cero le quedaba por saber.
Y a su madre mira, yira que te yira, pero no la quiere ver.
Cada aurora, en la basura, con un pan y un tallarín,
se fabrica un barrilete para irse ¡y sigue aquí!
Es un hombre extraño, niño de mil años, que por dentro le enreda el piolín.

EL POLACO, de Horacio Ferrer

Porteño, flaco y rubio, te dicen El Polaco. Tal vez fuiste morocho y el alba te peinó
con lágrimas de luna, muy niño, en aquel patio,
dolor que en una orquesta de mirlos debutó.


Del sótano del alma te sobreviene el canto.
El ángel del asfalto florece en tu temblor.
Y cuando el fueye arrea su vendaval de infarto,
el Tango es una curda poética en tu voz.

¡Tu cara de reloj de arena!...
La ropa, ¡que te duele en serio!
Tu gracia de afinar los versos
siempre fiel a la milonga de tus dichas y tus penas.


En éxtasis de amor troileano,
los duendes del Gotán no han muerto;
Roberto, prestales tu misterio:
que vibren, gocen, vuelvan, sufran y amen, che, Polaco,
igual que vos.

Porteño, flaco y rubio, te dicen El Polaco.
Polaco, hermano mío, vení, cantá, ¿no ves?,
que en tu talento sueña la noche fantaseando
un loco valsecito de Expósito y Chopin.


En tanto el telegrama compadre de tus tacos
confiesa: "Si me muero de amor, reviviré...",
la estética de un beso te sangra entre los labios
y salen las palabras enamorándose.

AFICHES, de Homero Expósito

Cruel en el cartel, la propaganda manda cruel en el cartel y en el fetiche de un afiche de papel se vende la ilusión,
se rifa el corazón.
Y apareces tú vendiendo el último jirón de juventud,
cargándome otra vez la cruz.
¡Cruel en el cartel, te ríes, corazón!
¡Dan ganas de balearse en un rincón!


Ya da la noche a la cancel su piel de ojera.
Ya moja el aire su pincel y hace con él la primavera.
¿Pero qué? si están tus cosas pero tú no estás,
porque eres algo para todos, como un desnudo de vidriera.
¡Luché a tu lado, para ti, por Dios, y te perdí!

Yo te di un hogar. ¡Siempre fui pobre, pero yo te di un hogar!
Se me gastaron las sonrisas de luchar, luchando para ti,
sangrando para ti.
Luego la verdad, que es restregarse con arena el paladar
y ahogarse sin poder gritar.
Yo te di un hogar... -¡fue culpa del amor!-
¡Dan ganas de balearse en un rincón!

jueves, noviembre 11, 2010

DE BARRO, de Homero Manzi

Estoy mirando mi vida en el cristal de un charquito
y pasan mientras medito las horas perdidas, los sueños marchitos.
Y están tus ojos queridos en el espejo de barro,
fantasma de mi cigarro, reproche y olvido, condena y perdón.


Vuelven tus ojos lejanos con el llanto de aquel día,
pensar que puse en tus manos una culpa que era mía.
Pensar que no te llamé, y me alegré mientras estabas penando,
Pensar que no te seguí, y me reí, cuando te fuiste llorando.
Y hoy que no vale mi vida ni este pucho del cigarro,
recién sé que son de barro el desprecio y el rencor.


Así, midiendo tu pena, noches y noches consumo
buscando ver en el humo del pucho que fumo tu imagen serena.
Y al encontrarte perdida entre cigarro y cigarro,
sé que fue todo de barro, de barro mi vida, de barro mi amor.

lunes, noviembre 08, 2010

CANCIÓN DE LAS SIMPLES COSAS, de César Isella

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,
lo mismo que un árbol en tiempos de otoño muere por sus hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.
Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples, las devora el tiempo.
Demorate aquí, en la luz mayor de este mediodía,
donde encontrarás, con el pan al sol, la mesa servida.
Por eso muchacha no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

martes, noviembre 02, 2010

LEVÁNTATE Y CANTA, de Héctor Negro y César Isella

Si algún golpe de suerte a contrapelo a contrasol, a contraluz, a contravida, te torna pájaro que quiebra el vuelo y te revuelca con el ala herida.

Y hay tanto viento para andar las ramas, tanto celeste para echarse encima
y pese a todo vuelve la mañana, y está el amor, que su milagro arrima.


Por qué caerse y entregar las alas?
Por qué rendirse y manotear las ruinas?
si es el dolor al fin, quien nos iguala
y la esperanza quien nos ilumina.


Si hay un golpe de suerte a contrapelo, a contrasol, a contraluz, a contravida,
abrí los ojos y tragate el cielo sentite fuerte y empujá hacia arriba.