NUEVO ESPACIO PARA COMPARTIR

En esta foto se ven las montañas "abriendo sus puertas" para que entre la ruta y el río juntos al pueblo, quizás el más lindo de la Argentina, colgado al pie de esa piedra impresionante que es el cerro Fitz Roy.
Ese pueblo que nos invita a pasar es El Chaltén, en la patagónica Santa Cruz.
Esta página, es como esa puerta, que permite mirar en el lugar en que subo algunas de las cosas de mi archivo personal, que me acompaña a todas partes. La mayor parte de ellas, pertenecen a otra gente; otras, las menos, son propias.
Algunas, a algunos cercanos a mi vida, a mis afectos. A una parte de ellas, algunos hábiles talentosos les han puesto música.
Otras no la precisan.
Seguiré buscando y subiendo otras cosas por allí, nuevas y no tanto, las que de a poco se irán haciendo mías también.
Espero que las disfruten tanto como las disfruto yo.
Y si quieren subir algún comentario, será bienvenido..!
(rt)




domingo, junio 05, 2011

LOS DOS COCHES DE LA MINISTRA, de Arturo Pérez Reverte - 30.5.11

Pues eso.
Que son las once y media de la mañana y voy dando un paseo por el centro de Madrid. Acabo de calzarme un vermut con pincho de tortilla en la barra del Schotis, en la Cava Baja, justo enfrente de la Taberna del Capitán Alatriste, y ahora camino despacio, mirando librerías y escaparates, aprovechando que hoy me tocaba bajar a Madrid porque tengo Academia, y no me pego las habituales ocho horas de madrugar y darle a la tecla que me calzo cada día. Porque, según para qué cosas, no hay más irritante esclavitud laboral que ser tu propio jefe. Contigo mismo resulta imposible escaquearse.
O casi.
El caso es que voy dando una vuelta tranquila por el viejo Madrid, que en mañanas soleadas como ésta suele estar para comérselo, mientras pienso que hay capitales europeas más limpias -cualquiera de ellas, me temo-, más elegantes, monumentales y cultas; pero muy pocas, o ninguna, tienen el hormigueo de vida natural que bulle en ésta, el carácter peculiar que imprimen los miles de bares, terrazas y restaurantes, la animación de sus calles, el mestizaje magnífico de razas y acentos diversos.
Hasta los turistas, que en otras ciudades europeas son núcleos humanos móviles que no se integran en el paisaje urbano, en Madrid se imbrican en el gentío general con toda naturalidad, formando parte de él; como si aquí se borrasen recelos y líneas divisorias y en las calles de esta ciudad se volviesen, por el hecho de pisarlas, tan madrileños como el que más.
En esta especie de legión extranjera cuya identidad se basa, precisamente, en la ausencia de identidad; o tal vez en la suma indiscriminada, bastarda y fascinante, de infinitas identidades.
Voy pensando en eso, como digo, esperando que sea la hora del segundo vermut, esta vez con patatas a lo pobre como tapa, en el bar Andaluz de la Plaza Mayor, cuando, al pasar ante una tienda donde está el dueño en la puerta -nos saludamos desde hace años-, éste señala hacia dos coches negros detenidos enfrente, en torno a los que hay siete u ocho pavos con traje oscuro y pinganillo en la oreja.
«Tiene narices -me espeta-. Llevo aquí desde las nueve de la mañana, como cada día, en esta tienda que no he cerrado todavía porque hay ocho familias que desde hace treinta años dependen de que siga abierta, y ahí los tiene usted. Las once y media, y esperando a que baje la ministra
Me paro a mirar, sorprendido.
Nunca había coincidido con esos dos coches en esta calle.
No sabía, comento, que viviese ahí una ilustre rectora de nuestras vidas y costumbres.
Pero el dueño de la tienda me informa de que sí, desde hace tiempo. Antes ya de ser ministra o de lo que sea ahora.
«Y oiga -añade con amargura-. Cada día la veo salir de su casa desde mi tienda, y raro es cuando lo hace antes de las diez o las once de la mañana. Pero lo mejor es el tinglado que se monta cada vez: los dos coches oficiales, los chóferes, los escoltas y todo el barullo. Hay que joderse, ¿no? Cualquiera diría que están esperando a Barack Obama
Buscando aliviarle la pesadumbre, respondo que es lógico.
Que un ministro arrastra su inevitable parafernalia, y que vea el lado positivo: lo ejemplar de que la pava, pese al cargo oficial, los coches y los guardaespaldas con pinganillo, siga viviendo en un barrio céntrico y castizo como éste.
Sin renunciar, añado con retranca, a sus esencias naturales.
Pero el tendero se chotea.
«¿Naturales? -responde-. ¿Se imagina usted a una ministra yendo a las rebajas del Corte Inglés?... Además, no diga que no es para encabronarse. Todos con el agua al cuello, sobreviviendo como podemos mientras se cierra una tienda tras otra, y esa señora moviliza dos coches oficiales y a seis tíos cada mañana para ir al curro, como hoy, pasadas las once y media. Eche cuentas: multiplíquelo por el número de ministros y sume los altos cargos que quiera. El circo y el derroche que cada día nos restriegan por las narices
«Igual éstos que los que vendrán luego -pronostico lúgubre, para darle ánimos-. Y con las mismas ganas de coche
Luego me despido y sigo unos metros calle abajo, hasta una librería que está muy cerca.
Y mientras compruebo cómo disminuye cada día la pila de ejemplares de Los enamoramientos de Javier Marías en la mesa de novedades, comento lo de la vecina ministra.
No sabía, le comento al librero, que ese notable ornato de la política nacional vivía por aquí.
Y el librero, al que también conozco hace años, encoge los hombros y responde:
«Eso dicen, pero no la he visto nunca. No ha puesto los pies en la librería en la puta vida».

ASÍ HABRÍA SIDO AQUÍ...!!!, de Arturo Pérez Reverte - 23.5.11

Despacho oval de la Moncloa. Reunión de urgencia.
Están presentes el presidente del Gobierno -Zapatero, Rajoy, el que le toque-, la ministra o ministro del ramo, los asesores y un par de generales habituales del telediario.
Enfrente, una pantalla de imágenes por satélite y otra de Google Earth para que los presentes sepan, al menos, por dónde van los tiros.
También hay línea directa de audio con el equipo operativo que en este momento hace rappel de un helicóptero Blackhawk Down en la casa de Osama ben Laden.
La emoción es casi tanta como en una final Madrid-Barça.
El presidente se come las uñas y la ministra o ministro van continuamente al servicio.
O al revés. Se masca la tragedia.
Suena el audio.
Hay comunicación con el CPA -Comando Paritario de Ataque- compuesto por los soldados y soldadas españoles y españolas Atahualpa Chiapas, Mamadú Bongo, Vanesa Pérez y Fátima Mansur, que van armados y armadas con fusiles HK G36E con visores holográficos, infrarrojos y otra parafernalia.
Los fusiles son consecuencia de una discusión previa sobre si es éticamente aceptable que un soldado lleve armas en una democracia ejemplar como la española.
Como no daba tiempo a consultarlo con el Tribunal Constitucional, se decidió votar.
El ministro o ministra de Defensa y sus espadones de plantilla votaron en contra. «No se vaya a escapar un tiro -apuntó un general, el encargado de llevar el botijo- y la liemos parda.»
Pese a tan prudente opinión, el resultado fue que el comando fuese armado, por cuatro votos contra tres.
Empieza la acción.
Suena el audio. «Estamos en la puerta -informa la legionaria Vanesa, jefa del comando- y solicitamos permiso para entrar
Rajoy, Zapatero o el que sea, miran a sus asesores.
La tensión puede cortarse con un cuchillo.
La señora de la limpieza -se llama Menchu y es ecuatoriana- que en ese momento barre el despacho, le guiña un ojo al presidente y levanta el dedo pulgar.
«Permiso concedido», dice el presidente con voz ronca.
El general Romerales, que es del Opus Dei, se santigua furtivo.
El titular o titulara de Defensa lo apuñala con la vista.
«Ya está el gafe dando por saco», murmura alguien por lo bajini.
Más audio.
«Estamos frente al objetivo», informa la lejía Vanesa.
«Descríbalo», ordena el presidente.
«Pijama, barba, legañas. Lo normal, porque estaba durmiendo», es la respuesta.
«¿Algún otro objetivo a la vista
Carraspea el audio y suena la voz de Vanesa:
«Hay también una mujer en camisón, y se la ve cabreada. Solicito instrucciones».
Los del gabinete de crisis cuchichean en voz baja. Al fin asienten, y el presidente se acerca al micro.
«Procedan con exquisito respeto a la ley de Igualdad y Fraternidad», ordena.
Un breve silencio al otro lado de la línea. Luego se oye a la jefa del comando:
«Me lo expliquen», solicita.
«Actúen sin menoscabo de la dignidad e integridad física de los objetivos», aclara el ministro o ministra.
«Lo veo difícil -es la respuesta- porque tras arañar al soldado Bongo, la presunta señora Laden le está mordiendo un huevo al soldado Chiapas después de quitarle el Hacheká y metérselo por el ojete. Los gritos que escuchan ustedes son del compañero Chiapas
De nuevo hacen corro los del gabinete, cuchicheando.
«Intímenla a que deponga su actitud -ordena el presidente-. Pero que la intime la soldado Fátima para que no haya violencia de género ni de génera
Respuesta:
«La intimamos, pero pasa mucho de nosotros y nosotras».
«Bueno, vale -responde el presidente tras pensarlo un poco-. Olviden a la señora Laden y céntrense en el objetivo principal. Intímenlo a él
Acto seguido, durante unos angustiosos segundos, se escucha la voz de la soldado Fátima hablando en morube, seguida por la voz de Ben Laden.
«¿Qué le han dicho?», inquiere tenso el presidente.
«Que se rinda o...», responde la legionaria Vanesa.
«¿O qué?», pregunta el presidente, y Vanesa responde:
«Eso es precisamente lo que ha contestado él: ¿O qué?».
Transcurren unos segundos de indecisión.
«Solicito -dice Vanesa- permiso para afearle al objetivo su conducta
Esta vez, el presidente no cuchichea con los asesores.
«Aféesela», decide enérgico.
«Demasiado tarde -informa la jefa del comando-. Se ha ido...»
«¿Cómo que se ha ido?...»
«Pues eso. Que ha cogido la puerta y se ha ido. Con su mujer detrás. Lo que oyen ustedes es al soldado Chiapas, que tiene un huevo menos
«Aborten, aborten», ordena el presidente.
Y por su pinganillo, antes de cortarse la comunicación, los del comando oyen protestar airado al general Romerales.
El del Opus.
Por el aborto.