NUEVO ESPACIO PARA COMPARTIR

En esta foto se ven las montañas "abriendo sus puertas" para que entre la ruta y el río juntos al pueblo, quizás el más lindo de la Argentina, colgado al pie de esa piedra impresionante que es el cerro Fitz Roy.
Ese pueblo que nos invita a pasar es El Chaltén, en la patagónica Santa Cruz.
Esta página, es como esa puerta, que permite mirar en el lugar en que subo algunas de las cosas de mi archivo personal, que me acompaña a todas partes. La mayor parte de ellas, pertenecen a otra gente; otras, las menos, son propias.
Algunas, a algunos cercanos a mi vida, a mis afectos. A una parte de ellas, algunos hábiles talentosos les han puesto música.
Otras no la precisan.
Seguiré buscando y subiendo otras cosas por allí, nuevas y no tanto, las que de a poco se irán haciendo mías también.
Espero que las disfruten tanto como las disfruto yo.
Y si quieren subir algún comentario, será bienvenido..!
(rt)




martes, septiembre 21, 2010

ALLENDE, de Mario Benedetti

Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas,
tuvieron que convertirse en pesadilla.
Para vencer al hombre de la paz,
tuvieron que congregar todos los odios,
y además, los aviones y los tanques.
Para batir al hombre de la paz,
tuvieron que bombardearlo, hacerlo llama,
porque el hombre de la paz, era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz,
tuvieron que desatar la guerra turbia.
Para vencer al hombre de la paz,
y acallar su voz modesta y taladrante,
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo,
y matar más para seguir matando.
Para batir al hombre de la paz,
tuvieron que asesinarlo muchas veces,
porque el hombre de la paz, era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz,
tuvieron que imaginar que era una tropa,
una armada, una hueste, una brigada.
Tuvieron que creer que era otro ejército.
Pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo,
y tenía en sus manos un fusil y un mandato,
y eran necesarios más tanques, más rencores,
más bombas, más aviones, más oprobios,
porque el hombre de la paz, era una fortaleza.

Para matar al hombre de la paz,
para golpear su frente limpia de pesadillas,
tuvieron que convertirse en pesadilla.
Para vencer al hombre de la paz,
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte,
matar, y matar más, para seguir matando.
Y condenarse a la blindada soledad.
Para matar al hombre que era un pueblo,
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

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